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Princesitta

Gracias

Gracias Un día dijiste adiós a todo aquello y me quedé en la vereda esperando que con un gesto me invitaras a ir contigo. Me dedicaste una sonrisa de medio lado, mientras tus ojos me decían: “Aún no te dejo”; entonces pude sonreír, besándote al viento, llevando mis palmas al final de tu espalda y rezando tus letras muy cercanas a tu oído. Coges la pluma y la tinta, mis labios se encelan…, mi espalda desnuda, hace las veces de lienzo y lo disfrutas. Sé que lo disfrutas, vuelve aparecer en ti, aquel gesto sonrojado de niño descubierto probando el postre antes de la cena. Delineas, una, dos, tres… palabras, y te detienes a pensar en el verso que escribirás a continuación. Deslizas con suavidad tus manos sobre mi piel, la sientes tibia, tersa, lista para ser llenada, para dejar tus tatuajes en ella. Una, dos… más palabras, verbos, sueños, deseos, hambres, sonrisas, despedidas, todo lo escribes de una sola vez, apretando –cada vez más- el puño, respirando fuerte, haciéndome respirar así y ambos, cerrar los ojos exhaustos, para luego, convertir el desafío en beso, el dolor en deseo y el adiós en poema. Un adiós que no ha de llegar nunca, porque cada vez que lo necesite, dándole la espalda al espejo, podré encontrar el lugar secreto a donde enviaste tus palabras, el lugar secreto que un día me regalaste; te miraré segura de mi misma, segura de ti, susurraré: gracias por todas las reflexiones, por los buenos momentos, por la nostalgia, la noche y el desamor. Gracias... Josè.

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